Esperanza

En mi primera reunión de Al-Anon, me sentí como una persona sedienta bebiendo agua pura y refrescante. Con gratitud asimilé las palabras de la Bienvenida y la Clausura sugeridas. Cada vez que iba a una reunión cerraba los ojos y permitía que esas palabras preciosas me refrescaran.

Años más tarde me di cuenta de que escuchaba las palabras de esperanza de Al-Anon, esperanza que podía reclamar para mí si me disponía a aplicar los Pasos. Cuando sentí que me enjaulaba la desesperación, ustedes me aseguraron que no hay situación verdaderamente desesperada y que podía hallar satisfacción y hasta felicidad, pese al alcoholismo de mi madre. Cuando me cansaba de repetir situaciones horribles en mi mente, ustedes me dijeron que podía colocar mis problemas en la perspectiva correcta para que perdieran su poder de dominar mis pensamientos. Cuando me embargaba la soledad, ustedes me recordaban que no lo estaba. Ustedes me mostraron mis opciones cuando lo único que conocía eran reglas y apariencias. No tenía que estar de acuerdo para sentirme a gusto.  Podía quedarme con lo que me agradara y desechar el resto.

Ustedes incluso me dijeron que me apreciaban de una forma muy especial, aunque yo me odiara y que yo aprendería a apreciarlos también. Me ofrecieron padrinazgo, abrazos y números de teléfono aun cuando no los hubiera merecido. No sabía qué era un intercambio cariñoso y ustedes dedicaron tiempo para demostrármelo.

Gracias, Al-Anon, por repetirme continuamente estas palabras y acciones llenas de esperanza que poco a poco se convirtieron en una realidad para mí. Ahora, cuando las comparto con los demás, experimento la alegría de ver cómo vuelven a renacer. Libro: Esperanza para hoy. Pág. 366