Un hijo adulto revela secretos ocultos
Al-Anon era mi última esperanza. Cuando entré por primera vez, me sentía terriblemente solo, asustado y confundido. Traía conmigo veintiún años de convivencia con la enfermedad familiar del alcoholismo. Durante los primeros diecinueve, no tenía idea de lo que estaba encarando. Mi papá me decía: “Tu mamá es una persona muy nerviosa”. Mi mamá solía decir: “Tu papá tiene un carácter horrible”. Todos parecían discutir sin cesar. Cualquier cosa que no funcionara en la familia, estaba convencido de que era por mi culpa. Y, aunque me sentía completamente indefenso, pensaba con seguridad que ocuparme de mi familia era responsabilidad mía.
Cuando cumplí diecinueve años, mi hermana menor me lo reveló sin pelos en la lengua: “Creo que mamá tiene problemas de alcoholismo”. Tenía sentido, porque el alcoholismo había sido obvio en todo momento, aunque yo no quisiera oír esas palabras. Había pasado mi vida completamente ciego, y no me entusiasmaba la idea de caer en la razón; pero al final comprendí por qué nada de lo que yo había hecho para ayudar a la familia había servido: no había examinado el verdadero problema.
Cómo ayuda Al-Anon a los familiares y amigos de los alcohólicos. Pág. 205