<<¡Al Diablo Con Tus Reuniones!>>
Entonces un domingo, Bill me preguntó si estaba lista para ir a una reunión con él. Ante mi asombro y el suyo, exploté: «¡Al diablo con tus reuniones!» y le lancé un zapato con toda la fuerza posible.
Esta manifestación sorprendente de mal genio sin motivo me hizo hacer una pausa y analizar mis actitudes. Me di cuenta de que poco a poco había llegado a revolcarme en la compasión de mí misma, que me molestaba que […] me quedara sola cuando él se iba a buscar nuevos alcohólicos o a ocuparse de los antiguos. Me sentí excluida de un pequeño grupo muy cerrado de alcohólicos que no permitía la entrada de esposas. […] § El propósito de mi vida de lograr la sobriedad de Bill, lo cual me hacía sentirme desesperadamente necesaria, se había esfumado. […] Decidí luchar por mi propio crecimiento espiritual.
Cómo ayuda Al Anon a los familiares y amigos de los Alcohólicos (SB 22), «La historia de Lois», página 153.